Escribí este artículo para el número 2 de El Jardín de las Delicias. Espero que os guste.
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Durante las últimas décadas los principales actores de la industria de las telecomunicaciones y la informática han ido desplegando de forma estratégica sus estándares propietarios para sacar el máximo jugo a las carteras de los usuarios. Pero como dice el refrán popular, no hay mal que cien años dure, y durante el último año y pico este panorama ha cambiado ostensiblemente.
Gracias al uso cada vez más extendido de la Red, la revolución del Software Libre ha calado profundamente entre los usuarios de todo el mundo. Probablemente lo repita a lo largo del texto, pero creo que vale la pena destacar de qué clase de libertad estamos hablando.
El Software Libre, gratuito o no, pretende ser una alternativa real y viable al Software Propietario, aquel que además de ser de pago y propiedad de la empresa que lo desarrolló, no es modificable y únicamente puede ser usado en los términos que dicha la empresa lo permita. Nadie pretende eliminar el Software Propietario del mercado, sino tener libertad de elección. Tampoco se trata de no pagar, sino de evitar el abuso monopolista de los grandes del sector.
El concepto ha traspasado la barrera de los sistemas lógicos que dan vida a los ordenadores, el software, para llegar a los datos que estos mismos procesan. De la misma forma que muchos de nosotros nos negamos a comprar Software Propietario cuando no es necesario, ¿qué sentido tiene confiar mi información a una empresa sin tener ninguna garantía de poder retirarla cuando yo lo desee sin necesidad de pagar por ello o pasar por un calvario binario?
Si tuviera que expresar este sentimiento poniéndolo en boca del usuario medio, la frase sería algo como : "no pienso dejar mis datos, ya sean identidades digitales, fotos, vídeos, entradas de blog o cualquier otra forma de información digital, en manos de la empresa X a menos que ésta se base en estándares abiertos para su funcionamiento y que, por tanto, me garantice la posibilidad de llevarme mis datos a cualquier otro sitio cuando yo, propietario de dicha información, lo desee. Cobradnos cuando sea necesario, estamos dispuestos a pagar dentro de los límites que impone la lógica del mercado, pero no intentéis controlarnos.". Sí, reconozco que suena un poco a Matrix, pero describe bastante bien la situación actual.
Es curioso constatar como la misma Red que algunos pretendían controlar, se ha vuelto contra ellos en forma de avalancha de karma electrónico negativo que se propaga a la velocidad de la luz a través de las arterias del vasto sistema circulatorio en que se ha convertido Internet, llegando finalmente a través de los más finos capilares a millones de usuarios alrededor de todo el mundo con resultados devastadores para este tipo de intentos de control. Recuerdo al lector que estas ansias de libertad digital han llegado a poner de rodillas a la gigantesca industria de la música y del cine.
La tendencia actual discurre paralela a esta última reflexión. Somos propietarios no solo de nuestro software, sino también de nuestros datos. Para garantizar a sus usuarios dicha la facilidad de acceso a sus sistemas, las grandes compañías, abanderadas por el gigantesco Google implementan cada vez en mayor medida sus servicios de la forma más abierta y transparente posible.
Los estándares abiertos definen desde esquemas de almacenamiento de datos y formatos, hasta protocolos de comunicación entre sistemas, y son publicados sin restricciones, de tal forma que cualquier desarrollador pueda usarlas en beneficio propio, e incluso cimentar las bases de su negocio sobre ellos. Son algo así como políticas tecnológicas consensuadas disponibles para que cualquiera pueda implementarlas. Este nuevo compromiso para con la libertad, la transparencia y la facilidad de uso junto con la exigencia de los usuarios, está generando sinergias inesperadas que han dado lugar a un nuevo tipo de páginas Web a las que haré referencia más adelante.
Aquellas empresas que todavía siguen explotando sus modelos de negocio habituales ("este es mi terreno y aquí no entra nadie sin que yo lo controle"), empiezan a enfrentarse a pérdidas derivadas de que los usuarios ya no aceptamos esas reglas de juego. Muchas de estas empresas se enfrentan a la difícil pregunta ¿deberíamos adoptar estas nuevas herramientas y estándares abiertos canibalizando dolorosamente nuestro beneficio en favor de un concepto nuevo e incierto, o quedarnos con nuestro lucrativo modelo de negocio actual arriesgándonos a que las pequeñas empresas 'abiertas' acaben con nuestra porción de pastel en pocos años?
Técnicamente este tipo de transparencia en los servicios Web se sustancia en gran parte a través las denominadas API (Application Programming Interface), o Interfaces de Programación de Aplicaciones.
En el prólogo de su libro Historia del Tiempo, el famoso físico Stephen Hawking narra cómo su editor le 'invitó' a evitar el uso de ecuaciones matemáticas en su libro. "Por cada ecuación que introduzcas en el libro, perderás un uno por cien de tus lectores" debió ser la frase en cuestión. Hawking, que es una persona extremadamente inteligente, se las arregló para conseguirlo y vender millones de ejemplares de su libro. He pensado que, salvando las enormes distancias, puede aplicarse la misma premisa a aquellos que intentamos divulgar tecnología en lugar de física, así que intentaré reducir el número de siglas y acrónimos. Aún con todo, ruego encarecidamente al lector que si encuentra en el texto uno de esos monstruos de 3 o 4 letras mayúsculas como el del párrafo anterior, no se desanime, salte al siguiente párrafo y siga leyendo.
Esas Interfaces de Programación de Aplicaciones o API's no son un invento nuevo, al menos fuera del contexto Internet. Ni siquiera se trata de nada excesivamente complicado. De hecho, es conceptualmente tan sencillo que casi avergüenza venderlo como algo novedoso. Para ilustrarlo mejor, y aburrir un poco menos, veámoslo con un ejemplo. eBay es la Web de subastas online más grande y compleja del mundo. En ella, los usuarios ponen en venta artículos nuevos o usados, y los compradores pujan por dichos artículos. Hasta hace poco más de un año, la única forma de usar el sistema era entrar en la página Web de eBay. Sin embargo, en septiembre de 2005 eBay hizo publicó una interfaz que hacía fácilmente accesible la funcionalidad de su sistema de subastas. Este interfaz permite que terceros desarrollen aplicaciones o Webs que hagan uso de la enorme base de datos del sistema eBay.
Este tipo de acceso a sistemas a través de métodos públicos y bien documentados, hace posible que una empresa cualquiera pueda escribir una pequeña aplicación que alojada en un teléfono móvil de última generación (sigo dando rodeos para evitar el uso de acrónimos), conecte periódicamente con el sistema de eBay y avise al usuario cuando ocurra algo de su interés. Dicho de otro modo, esa aplicación posibilitaría que un usuario instruyera a su móvil para que le avisara cuando fueran puestos a subasta artículos de su interés.
Como suele ocurrir con las buenas ideas, cunde el ejemplo, y la mayoría de los grandes de Internet están usando estándares abiertos y haciendo públicas interfaces para manejar sus sistemas basados en ellos. Para los más puristas, cabría hacer distinción entre estándares abiertos reales -aquellos respaldados por algún organismo reconocido- y aquellos que son 'de facto' -sistemas que publican sus modelos de datos y que son tan usados que se convierten en estándares no reconocidos oficialmente-. Por lo que a este artículo se refiere, y debido a que está orientado a personas con poca o ninguna formación técnica, no voy a hacer esa distinción.
Esta nueva forma de trabajar ha dado lugar a un nuevo tipo de páginas Web. Son las denominadas 'Mashups', o Aplicaciones Web Híbridas.
Un ejemplo clásico de Mashup es el de una aplicación que muestra datos sobre la ubicación física de un inmueble tomando datos de una Web de alquiler y venta de pisos y presentándolos posteriormente en un mapa interactivo proporcionado, por ejemplo, por el servicio Google Maps. Aunque el ejemplo puede complicarse más -añadiendo sistemas de notificaciones vía SMS, Mail automáticas, opiniones sobre vendedor en foros públicos, etc.- en este caso el programador de esta nueva criatura hace uso lícito de datos y servicios proporcionados por dos páginas Web, refundiéndolos en una tercera que presta un servicio diferente al prestado por los sistemas originales.
Las Webs Híbridas viven estos días su particular explosión Cámbrica, apareciendo varias de ellas cada mes. Por supuesto la selección natural, encarnada en esta ocasión por las preferencias y gustos de los internautas, tendrá la última palabra y hará que esta iniciativa sedimente quedando únicamente aquellas que realmente ofrezcan algo interesante a los usuarios. La mayoría de ellas combinan, de forma innovadora, datos y funciones de sistemas como eBay, Amazon.com, Google, Windows Live, Yahoo!, del.icio.us o Flickr.
En base a la observación de las tendencias comentadas, y observando las carencias que esta tecnología presenta en la actualidad, no es muy difícil atinar qué servicios proporcionará la Web a corto/medio plazo. ¿Qué cabe entonces esperar de la Web durante los próximos cinco años?
En primer lugar veremos nacer los sistemas de gestión centralizada de identidad en la Red. Además de constituir un innegable avance tecnológico el el área de la seguridad, la clave para su éxito residirá en la comodidad de uso de la Red para los usuarios.
Cada día usamos más servicios/aplicaciones Web y esta tendencia seguirá aumentando durante los próximos años. Los adelantos en infraestructuras y dispositivos de telecomunicaciones permitirán, sin duda, que podamos acceder a la Red en cualquier momento, desde cualquier lugar y con dispositivos mucho más adaptados a los humanos que los actuales. Pero al margen de estos adelantos puramente electrónicos, para que el consumo de información a través de la Web sea fluido, hay aún que derribar muchas barreras para hacerlo más fácil de usar.
En este aspecto, uno de los principales escollos de la Web actual es la forma en que los servicios Web gestionan la identidad de cada usuario. Cada servicio -correo, blog, chats, foros, servicios del ciudadano o bancarios online, etc.- requiere para su uso una correcta identificación del usuario mediante los consabidos usuario y contraseña. Creo que todos somos conscientes de lo odioso que llega a resultar el tener que recordar e introducir ese par de palabrejas cada vez que entramos en una Web que requiera acceso -las interesantes-. El método facilón de que el ordenador 'recuerde mi contraseña en este equipo' es MUY poco recomendable por motivos de seguridad. Vamos, que ni se os ocurra dejar en el ordenador de la oficina el acceso a vuestro banco.
La solución: un método centralizado y seguro de gestionar las identidades. En el futuro próximo, un identificador y contraseña únicos nos darán acceso seguro a todos los servicios online que deseemos utilizar.
El esquema de funcionamiento es bastante sencillo, siendo similar a un repositorio en el que se pueda almacenar nuestra identidad digital para gestionarla posteriormente de forma que podamos decidir con qué servicios queremos que interactúe. Actualmente ya existen propuestas de estándares abiertos que definen esta arquitectura. Sin embargo, parece que tendrán que pasar al menos un par de años para que estas tecnologías sedimenten.
Es interesante destacar que Microspora intentó generalizar un sistema de estas características hace unos pocos años con su tecnología Pasaportar. Pasaportar fracasó estrepitosamente debido al recelo que levantaba entre los usuarios. Eso de dejar nuestros datos en manos de una empresa privada que, básicamente, se adueña de nuestros datos no está muy de moda que digamos. Tal como he comentado al principio, hoy día los colectivos de usuarios reaccionan ante este tipo de iniciativas cerradas de forma virulenta, relegando dichos sistemas a algo parecido a un ostracismo digital.
Otro punto que cambiará la forma en que interactuamos con la Red es la gestión de la atención de los usuarios. Todos conocemos empresas como Google, Ahoyo! o Alta vista que ofrecen servicios de búsqueda de información en Internet de forma gratuita. ¿Gratis? ¿Sabéis qué cantidad de trazas sobre nuestros gustos y preferencias dejamos los usuarios al navegar por Internet? Actualmente, los Departamentos de Marketing y Atención al Cliente hacen uso de este tipo de información una vez extraída de sus páginas Web, para adecuar y mejorar la calidad de sus productos o servicios.
Pongámonos por caso ahora en la piel de una empresa como Google. Google nos ofrece un maravilloso buscador a cambio de hacer uso de nuestros hábitos de consumo de información, eso sí, de forma anónima... O casi. La georreferencia de direcciones de Internet es un truco mágico, al menos así lo diría Arthur C. Clarke, mediante el que un servidor puede conocer el origen de cualquier solicitud electrónica que se le efectúe. Así, los amigos de Google, si bien no tienen nuestros datos personales, saben desde qué ciudad o al menos desde qué zona geográfica, realizamos la solicitud y qué información estamos buscando. Solamente con estos dos datos, el sistema puede darnos como respuesta unos resultados muy afinados y obtener, de paso, información sobre dónde estamos y qué buscamos. Con esta información Google nos presenta publicidad sensible al contexto, o sea, en función de lo que consultemos. Las empresas pagan cantidades muy respetables por presentar su publicidad de forma asociada a ciertos términos y/o zonas geográficas. Este modelo de negocio ha llevado a Google a convertirse en una de las empresas más económicamente rentables del mundo. El mercado de la información funciona.
Este panorama cambiará, y cada vez más. Los grandes gigantes de la Web harán más y mejor (o peor) uso de estos datos. De forma general podemos hablar de este tipo de datos como de información sobre la atención de los usuarios. Al igual que sobre sus datos más tangibles como fotos, textos, etc. los usuarios ya comienzan a reclamar el control, la posibilidad de gestionar su información de atención para ser ellos los que decidan si cederla o no para su uso público, y de qué forma. Ya existen algunas propuestas técnicas para este tipo de sistemas. Ahora queda esperar a ver qué hacen los grandes cuando el gran público les pida el control de sus perfiles de internauta.
Menos revolucionarios pero también muy importantes son los formatos digitales de multimedia. Hasta ahora los famosos Flash, Windows Media, Quicktime y demás, han ayudado a la Web a evolucionar hasta lo que es hoy día, una red, casi, infinita de información multimedia.
Sin embargo, todos los formatos referidos son propiedad de sus respectivas empresas. Actualmente se están desarrollando estándares multimedia abiertos que nos garantizen que podamos disfrutar de esta información sin necesidad de . Mi apuesta personal es que cuando las las compañías, al menos algunas de ellas, vean cómo los usuarios exigen alternativas abiertas para este tipo de información, comenzarán a ceder derechos y abrirlas totalmente al público, o dicho de otra forma, a ceder y publicar la forma en que funcionan sus formatos.
Aunque me dejo algunas novedades menores en el tintero, el último gran avance que quiero comentar, el de mayor calado, no será una gran revolución, sino una gran evolución. La Web actual está llena de información en forma de textos, vídeos, imágenes, sonidos y animaciones e información de diversa índole sustanciada en diferentes formatos electrónicos enlazados a través de un lenguaje de marcas que permite interconectar todos esas piezas de información. ¿Qué ocurre cuando hacemos una solicitud a un buscador? El sistema busca coincidencias comparando lo que buscamos, y pequeñas variaciones que lo harán más preciso, con la información que tiene almacenada en su enorme base de datos. Este funcionamiento tiene un fallo importante. El sistema NO entiende lo que está buscando, lo hace a ciegas, por aproximación sintáctica y no semántica. Pese a Google y compañía, si los sistemas no comprenden el significado de lo que se están buscando, los resultados de dicha búsqueda no aportan mucha inteligencia al proceso.
Estamos lejos de tener ordenadores capaces semánticamente así que, de momento, la gran evolución de la Web actual es la Web Semántica.
La Web semántica nace con la idea de añadir metadatos semánticos -información sobre el significado de los datos- a la Web actual sin necesidad de hacer cambios profundos en su tecnología subyacente. De ahí que haga especial hincapié en que se trata de una evolución y no una revolución.
Esta información extra —que describe el contenido, el significado y la relación entre los datos— deben ser dadas en forma formal, para que los ordenadores puedan procesarlas, así que ya tenemos otro conjunto de siglas que evitar mencionar. De todas formas basta saber que sirven para definir el lenguaje que permitirá describir sobre qué va nuestra información.
Con este añadido a la Web podremos, por ejemplo, publicar un vídeo promocional sobre el lanzamiento del nuevo Audi TT v2006 y anexarle información semántica formal sobre el formato del vídeo, el tema tratado -promoción, marketing, coches,.. - la marca el modelo, el color de la carrocería, el equipamiento del coche que aparece en el vídeo, etc. y enlaces a otras piezas de información disponibles en la Web como por ejemplo uno que nos responda la disponibilidad del modelo a fecha de la petición o lo estratosférico del precio del modelo en cuestión.
Seguiremos sin tener máquinas inteligentes, pero podremos buscar y solicitar información de una forma mucho más lógica, posibilitando consultas como “quiero ver vídeos promocionales oficiales de menos de 5 minutos sobre coches de gasolina de más de 2 litros que fueron lanzados al mercado entre enero y julio de 2006 y que fueron bien valorados por los usuarios en los foros de opinión, junto con sus precios”. Bueno, sigue sin ser magia, pero ahora ya empieza a parecérselo.
La batalla entre software libre y software propietario no ha sido sino el inicio de una guerra que se perpetuará por siempre, una guerra que ya se ha librado fuera del campo de las telecomunicaciones y la informática. La guerra por la libertad. Esta pugna se ha saldado de momento con un reequilibrio de fuerzas entre propietario y libre. Pero lo más interesante no es abandonar el uso del software propietario en favor del software libre, sino que calara entre los usuarios la idea de que deben tener capacidad de elección para el software que da vida a sus ordenadores de la misma forma que la tienen para elegir la marca y modelo de su coche, su formación académica o el banco donde depositan sus ahorros.
Con las espadas aún en alto en este frente, las comunidades de desarrolladores primero, como fuerza de choque de un mundo que conocen y en el que se desenvuelven muy bien, y los usuarios después, libran una pugna muchísimo más importante. La guerra por la propiedad de su información personal en todas sus formas, elemento fundamental de la nueva economía de la información y de nuestro futuro tecnológico.
La mayoría de los grandes han comenzado a adaptarse a estas nuevas exigencias, y los que todavía no lo han hecho lo harán, so pena de sufrir graves pérdidas o, peor aún, un rechazo total por parte de los usuarios. Que nadie piense que las grandes empresas 'perderán' de alguna forma. Simplemente readaptarán sus modelos de negocio permitiéndonos, de momento, esa ansiada libertad digital. A mí, por el momento, me basta con eso.
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