domingo, marzo 18, 2007

El País

Durante los últimos 3 años me he pasado dando tumbos de aquí para allá, presentando el proyecto en el que trabajo actualmente: LliureX, el sistema operativo basado en GNU/Linux orientado al sistema educativo de la Generalitat Valenciana.

Lo que no sabía, era que una de las primeras ponencias que di, en el II Congreso de Software Libre de la Comunidad Valenciana, aparecía referenciada en el diario El País.

Ya conocía la aparición de mi -humilde- persona en sitios más especializados, como la Web de la Conferencia Internacional de Software Libre 3.0 (y ediciones anteriores), La Farga, y distintas páginas Web de Asociaciones de Linuxer@s, Universidades y publicaciones locales.

Pero, en El País... grata sorpresa. ;-)

Technorati Tags:

martes, marzo 06, 2007

Los superconductores: melancolía científica.

Al igual que el famoso festival de música de Woodstock, la leyenda sobre "El Woodstock de la Física" crece con los años.

Hace 20 años, cerca de 2000 físicos se reunieron en una sala del Hilton de New York para ponerse al día respecto a un nuevo tipo de materiales llamados superconductores de alta temperatura, los cuales prometían nuevas aplicaciones como trenes de levitación magnética.

"Fue un evento electrizante", dice Philip F. Schew, un escritor de divulgación científica del Instituto Americano de Física quién se encargó -y se sigue encargando- de la elaboración y publicación de noticias en congresos científicos. "Hubieras deseado estar allí".

Mucho de los participantes de aquella convención de 1987, volvieron a ser convocados hace pocos días en un congreso organizado por la Sociedad Americana de Física en Denver, en parte por recordar viejos tiempos, y en parte para ponerse al día sobre lo que ha ocurrido en dicho campo desde entonces.

Los superconductores, descubiertos en 1911, transportan la electricidad sin ningún tipo de resistencia. Muchos de ellos funcionan a temperaturas por debajo de los -215º Celsius , y en la décado de los 70, la gran mayoría de físicos habían llegado a la conclusión de que se trataba de un límite de temperatura impuesto por la naturaleza.

Sin embargo, K. Alex Müller y J. Georg Bednorz del laboratorio de IBM de Zurich, creían que un material cerámico debería ser superconductor a temperatura más alta. En enero de 1986, el Dr. Bednorz hizo mediciones en una muestra y, al haber sido enfriado a menos 226 grados Celsius, su resistencia eléctrica se desplomó a la mitad, inequívoco signo de que se había transformado en parcialmente en superconductor. "Celebré el acontecimiento con una o dos cervezas", dice el Dr. Bednorz.

Arañando un poco, consiguieron lelvar la temperatura de transición cerca de los -204 grados Celsius, un salto importante sobre los primeros superconductores. El Dr. Müller y el Dr. Bednorz publicaron sus descubrimientos en abril de 1986 en una revista científica alemana causando muy poco revuelo. Ese mismo otoño, después de que otros grupos de investigadores confirmaran su hallazgo y consiguieran elevaran la temperatura de transición unos pocos grados, consiguieron la atención de la comunidad científica.

En febrero de 1987, un equipo liderado por Paul Chu, de la Universidad de Houston, envió un artículo para su publicaicón en una revista científica, describiendo un superconductor a -148 grados Celsius. "Se suponía que era confidencial", dice Brian B. Schwartz, que en aquella época trabajaba para la Sociedad Americana de Física, que publicaba dicha revista. "La noticia se filtró rápidamente".

Por entonces, parecía que todo el mundo estaba experimentando con superconductores de alta temperatura, que resultan fáciles de fabricar. La comunidad física estaba desbordada por solicitudes para presentar descubrimientos en su congreso de Marzo incluso cuando el plazo para la presentación de los mismos había pasado.

La sociedad añadió al programa del congreso una sesión de última hora, que comenzaría a las 7:30h. p.m. Solo unos pocos científicos de renombre, como el Dr. Müller y el Dr. Chu, obtuvieron 10 minutos para presentar sus investigaciones. El resto tuvieron que contentarse con cinco minutos cada uno.

"Recuerdo que había una multitud de cerca de 2000 personas fuera de la sala", dice el Dr. Schwartz. "Cuando se abrieron las puertas, aquello parecía un motín".

Las butacas, el suelo y lo pasillos se llenaron rápidamente. Otros tuvieron que ver la conferencia a través de monitores de vídeo instalados en otras partes del recinto. Cada conferenciante intentó cautivar a la multitud con otro descubrimiento más. "Parecía una feria de alimentación o un concurso de cocina", recuerda el Dr. Schewe. "¿Cuál es tu ingrediente secreto? Eso parecía".

La jornada terminó cincuenta y una presentaciones después, a las 3:15 a.m. Hubo gente que se demoró en los pasillos y recibidores hasta casi el amanecer. La sesión pronto fue conocida como el "Woodstock de la Física".

Al año siguiente, se presentaron al congreso un sinfín de artículos sobre superconductividad de alta temperatura. Sin embargo, las embriagadoras promesas de este nuevo tipo de materiales todavía no han sido hoy totalmente satisfechas. Se pueden encontrar superconductores de alta temperatura en algunos cables experimentales de alta tensión, pero estos materiales todavía no hacen levitar ningún tren.

El aumento de las temperaturas de transición se ha estancado de nuevo, bien por debajo de la temperatura ambiente. Los teóricos aún tienen que encontrar una explicación satisfactoria sobre el porqué de los superconductores de alta temperatura.

Aún con todo, aquellos pocos días de 1987 fueron realmente excitantes para los físicos, y esa excitación se contagió desde el Hilton al resto de la ciudad de New York.

"Las tiendas y cafeterías eran todas 'Acogedoras para los Físicos'", dice Paul M. Grant, quien dirigía las investigación sobre superconductividad en el Centro de Investigación de Almaden de IBM en San Jose. Recuerda una discoteca en Chelsea con una fila interminable de físicos esperando para entrar.

"Los gorilas de la disco dejaban entrar a cualquiera que luciera la identificación de cualquier sociedad científica en el pecho, recuerda el Dr. Grant, "y entrábamos gratis. ¿Puedes imaginar semejante cambio cultural? Nos lo pasamos de narices".