El pasado día 20 de diciembre de 2006 se cumplieron diez años de la muerte del famoso astrónomo y divulgador científico Carl Sagan.
Coincidiendo con el aniversario de su muerte, se ha escrito muchísimo, especialmente en la Web, sobre su persona. Hoy yo también quiero sumarme a todos los que lo han hecho, para hablar sobre su obra y la repercusión que ha tenido sobre mí.
He leído bastantes libros de este autor. En general, lo que más me gustaba -me gusta- es su sensibilidad al divulgar la Ciencia, su humanidad al contar relatos y cómo transmitía ilusión y optimismo basándose en algo tan al alcance de cualquiera como la observación de nuestro maravilloso Universo.
Leer a Carl Sagan siempre me evoca la imagen de un niño excitado por lo siguiente que va a aprender, a ver y/o a experimentar. Esa imagen sintetiza la esencia misma de la inteligencia humana, la curiosidad.
Al igual que para otros muchos, su obra Cosmos ha sido para mí absolutamente reveladora y forjó en mi vida unas incansables ansias de saber y comprender, por atesorar conocimientos básicos, por la divulgación científica y los avances tecnológicos y, por supuesto, por el método científico.
Sagan consiguió todo esto sin separarse por ello de la realidad humana. Ni un ápice del halo de científico loco, o de profesor gafotas aburrido. Además de ser un divulgador científico excepcional, era capaz de responder preguntas fundamentales y formular otras nuevas sin que el lector perdiera jamás el interés por los temas planteados.
Podría escribir maravillas de su obra, libros tan sugerentes y hermosos como Contact, el cerebro de Broca, Cosmos, Cometa, El Mundo y sus Demonios, Miles de Millones, etc., pero quizá merezca la pena destacar la última parte del último capítulo de su libro 'miles de millones' , que fue escrito de forma póstuma por su mujer Ann Druyan quién le acompañó en sus últimos días.
No me avergüenza decir que se me empañaron los ojos leyendo el proceso final de su enfermedad, escrito primero de mano de Carl y culminado por Ann tras su fallecimiento. No me emocionó la muerte en sí -eso es parte de la vida y todos tendremos que pasar por ahí-, sino el hecho de que al igual que su vida, vivió su muerte con total entereza y perspectiva -no exenta de las muy humanas ansiedades, temores y penas, claro-, sabiendo de antemano cuál y cómo iba a ser su final. Pudo despedirse de los suyos y prepararse para formar parte del Cosmos en forma de materia inerte, como todos lo seremos y fuimos alguna vez, antes de que el misterio de la evolución permitiera que la mágica chispa de la Vida desequilibrara la severa balanza del equilibrio termodinámico.
Muchos sienten su vida completamente llena viviéndola y disfrutándola al día sin hacerse más preguntas ni reflexiones. Otros nos sentimos un poco más inquietos cuando nos planteamos alguna de esas preguntas que no son fáciles de responder, como qué somos realmente -más allá de las teorías cosmológicas básicas-, dónde estamos o para qué. La observación del Universo no siempre desentraña estos misterios, pero siempre es absolutamente reveladora.
Pienso que es precisamente eso lo que lo hizo tan especial. Su trabajo le erigió como portavoz de los misterios y las maravillas del Cosmos.
Aprendí de divugadores como Carl a obtener una placentera recompensa tan solo por el hecho de formular dichas preguntas, de obtener respuestas aunque sean parciales, e incluso de refutarlas mentalmente.
Ojalá que mis hijos, los hijos de mis hijos y las posteriores generaciones puedan disfrutar e interesarse por la Ciencia, sobre todo si les llega de la mano de personas tan sensibles e inteligentes como lo fue él.
Sirva este texto como un pequeñísimo tributo a Carl Sagan, un recuerdo especial y personal dedicado a él. Como él mismo diría, 'tan solo una voz en la fuga cósmica...'
Hasta siempre, Carl.
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